URBANISMO Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA I

En estos momentos, muchas de las ciudades y municipios de este país abordan el apasionante reto de decidir cual es el modelo territorial que desean para el futuro. En épocas pasadas, estas decisiones se tomaban en una mesa o directamente sobre el terreno; con los avances sociales, las leyes vigentes exigen como mínimo que, durante determinados periodos de su elaboración y con carácter previo a su aprobación, las administraciones locales (competentes y soberanas en este asunto) establezcan periodos en los que someter a exposición pública los documentos que se van elaborando.

Tecnicismos aparte, sólo me gustaría hacer una reflexión sobre todo este galimatías: si nos fijamos atentamente, el Plan de Participación Pública, tal y como lo exige la legislación urbanística valenciana, se lanza a la vez que los documentos elaborados, es decir, los ciudadanos opinamos sobre lo que la administración nos aporta, y por lo tanto la capacidad que maniobra que le queda a la ciudadanía es la de retocar, maquillar, o a lo sumo el mostrar su disconformidad e intentar que algunos aspectos del planeamiento propuesto no prosperen. Es como si a la hora de comer, en vez de elegir qué plato queremos, sólo pudiésemos optar por echarle sal o aceite a la ensalada que nos han puesto en la mesa. No estamos pues tan lejos del "urbanismo de mesa" del que hablábamos al principio, y es que esta legislación que nos meten con calzador no da ya respiro a nadie. ¿Entienden ahora mi confusión y mi desasosiego?

Lo que las sociedades modernas defienden como modelo de participación pública implica la creación de grupos de opinión sobre gran parte de las materias que influyen en la creación de ciudad (medioambiente, educación, sanidad, servicios, tráfico, etc) , integrados por representantes de todos los colectivos afectados, y por supuesto, el debate empieza antes de hacer una raya, es más, las rayas surgen de las conclusiones del debate. Esto se conoce como "Foros Ciudadanos", y de la conclusiones de estos foros surgen la líneas estratégicas sobre las posteriormente trabajarán los equipos técnicos (una ciudad podría decidir no crecer y destinar sus recursos en mejorar sus servicios, por ejemplo). Como imagen os dejo la propuesta dibujada, como no, del nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Valencia, y sólo llamar la atención sobre cómo el dibujo termina en los límites administrativos de la ciudad (ya hablaremos en otra ocasión de lo que pasa dentro).

Y como muestra, la noticia publicada el domingo en la que se pone de manifiesto el efecto perverso de no contar con las asociaciones y colectivos representativos de una ciudad a la hora de revisar su planeamiento: 2.700 alegaciones, (ojo! a un solo aspecto de la propuesta y realizada por un colectivo afectado) efectuadas por no haberse dialogado previamente con las asociaciones del barrio de Patraix (y por supuesto, con el resto de agentes que intervienen en un conflicto ya enquistado), en este caso, a los vecinos de Patraix se les ha negado la posibilidad de conocer la globalidad del problema, dentro de un foro ciudadano (no sirven para esto recepciones individualizadas de la Sra Alcaldesa con cada uno de los colectivos por separado, eso no es compromiso), y poder plantear problemáticas y soluciones con carácter previo a cualquier decisión, sólo se les ha permitido el derecho al pataleo (con la otra parte ha ocurrido lo mismo, Barberá ya ha dicho que dirimirá sus diferencias en los tribunales). En fin, en nuestra ciudad seguimos con el urbanismo de mesa, es decir con el yo, mi, me, conmigo.

Ajuntament de Valencia. Plan de Participación Pública