No sabía que en el Congreso de los Diputados, los salones tuviesen nombre. Este fin de semana, creo que todos lo hemos oído, hemos conocido (al menos yo) el nombre de uno de ellos "el salón de los pasos perdidos". Es un nombre evocador. Me sonó a hechos pasados, a momentos vividos, a acciones ya realizadas, a tiempos lejanos. Seguí en este estado nostálgico, y la repetición de su nombre me situó de manera brusca en la "Comunidad del tiempo perdido".
Comencé a repasar los inicios y logros de los diferentes sistemas de bienestar (servicios sociales, sanidad, educación), y como en estos momentos se están desmoronando; leyes pérdidas, colegios sin edificaciones dignas. Repasé la ilusión y el trabajo de los profesionales , su reconocimiento como agentes de cambio, y como ahora están inmersos en un aparato administrativo tan absurdo, cuya inercia es preocupante. Recordé el trabajo de los educadores implicados en proyectos educativos, y como ahora sobreviven entre turnos y masificación. Decidí parar, salir del pensamiento evocador y me pregunté ¿podemos desde nuestro hacer poner otro nombre a esta Comunidad?
No sé si podemos cambiar el nombre, pero si creo que podemos cambiar nuestros sonidos, pasar de tanto silencio a vocear cuanto mas fuerte mejor el destarifo de este gobierno que construye edificios pero destruye personas.
ResponderEliminarme parece muy interesante la reflexión de arganda, sobre las oportunidades perdidas,y me gustaría aportar mi visión, es muy sugerente el llamamiento a cambiar los nombres y también la propuesta de yaestabien de cambiar la estrategía, en todo caso hay que ponerse a la faena si queremos que las cosas cambien y el lamento sordo me da la impresión que no es suficiente
ResponderEliminarComo decis es necesario cambiar y concretar la estrategia.Por ejemplo, en el trabajo (aunque no lo pidan), hacer programaciones y llevarlas a cabo.
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