viernes, 30 de octubre de 2009

Memoria del saqueo

La última cifra que tengo apuntada sobre el déficit de la Generalitat Valenciana sumaba 1.643 millones de euros, y es de hace un par de meses, por lo cual hoy ya debe de estar bastante más alta: en los últimos 6 meses ya había crecido en 600 millones. Esta cifra, ya de por sí respetable (significa que de cada diez euros del presupuesto, uno es gastado en pagar deudas) es más preocupante por dos motivos: porque en su mayor parte se ha generado en una etapa de crecimiento económico y porque, además, se produce en un contexto en el que la Generalitat está dejando en manos de terceros la gestión de muchos servicios esenciales.
Si echamos un vistazo al actual cuadro de competencias de la Generalitat, la situación es paradójica: tenemos una Administración que se dedica a hacer de caja pagadora de actividades que, razonablemente, deberían explotar y pagar empresas privadas (organización de la F1, America’s Cup, saldar deudas de clubs deportivos, financiar parques de atracciones o zoológicos, etc etc) y en cambio actividades de clara implicación pública son trasladadas en bloque a la gestión privada.

En el momento actual, las políticas sociales son campo propicio para la acción de ese entramado empresarial-institucional que tan bien han sabido construir algunos gobernantes: la gestión de las plazas públicas de residencias de personas mayores es mayoritariamente una gestión privada, y las del sector de la discapacidad van a estarlo en breve. La gestión de la dependencia está en manos de una empresa pública quien, a su vez, la subcontrata con empresas privadas.
La gestión global de áreas de salud se está adjudicando a uniones empresariales que asumen la asistencia integral (primaria y especializada) de todos los ciudadanos de esa área, y la prueba de fuego de la sanidad valenciana la dará el modo gestor por el que se opte para el nuevo hospital de La Fe.

Por otro lado, en el sector de las infraestructuras públicas lleva años usándose el llamado “sistema alemán” o de peaje en sombra, en el que a cambio de ceder la explotación de una infraestructura la entidad pública asume una deuda durante varias décadas. Y tenemos en marcha una operación empresarial en Castellón para abrir un aeropuerto de dudosa rentabilidad.

El hecho de llamarlo “sistema alemán” parece dotarlo de la seriedad que parecen revestir todos los asuntos teutónicos. Lo que no se dice es que se trata de un sistema que se usó para atender una situación de excepción nacional (la unificación alemana), cuando aquí lo hemos convertido en norma, y además en años de vacas gordas.

Esto viene a cuento de que hoy anuncia Francisco Camps que se busca capital privado para acabar y explotar las nuevas líneas de metro.

La privatización de las redes ferroviarias de cercanías tiene ejemplos de ser un ejercicio peligrosísimo de irresponsabilidad política. En Estados Unidos, tras la segunda guerra mundial se produjo un proceso similar que condujo a que las compañías automovilísticas, las de transporte por carretera y las constructoras adquiriesen las acciones de los ferrocarriles privatizados y se dedicasen a desmantelar la red ferroviaria estadounidense que, sólo recientemente, ha vuelto a revivir. La demanda de transporte se trasladó, lógicamente, a la carretera, cuya construcción y mantenimiento correspondía a los poderes públicos. Además de convertirse en un pingüe negocio, esta decisión conformó el modelo suburbano norteamericano que hoy nos es bien conocido: ciudades dispersas sin esencia cívica y unidas por redes interminables de carreteras. Una descripción amplia se puede consultar en la obra de Eric Schlosser “Nación Fast-Food”


El otro ejemplo es el desmantelamiento subsiguiente a la privatización del ferrocarril en la década de los 90 en Argentina, y de la que da cuenta la película “La Próxima Estación” (2008) de Pino Solanas. Explica cómo decenas de pueblos que quedaron aislados se convirtieron en pueblos fantasmas; la saturación de las carreteras provocó un aumento de 8000 nuevas víctimas en accidentes de tráfico; tuvo lugar un éxodo masivo a las grandes ciudades con creación de enormes bolsas de pobreza urbana; los asaltos y actos vandálicos se hicieron pauta frecuente, y así un larguísimo etcétera de esos “efectos colaterales” que rara vez somos capaces de vislumbrar cuando sacamos pecho, orgullosos, ante la perspectiva de que una vez más seamos sede de la America’s Cup.

6 comentarios:

  1. Valenciano del mundo30 de octubre de 2009, 0:47

    Vamos a ver Atticus, me ha parecido entender que en la Comunidad Valenciana, nada está en su sitio: las empresas privadas gestionan los servicios públicos básicos y las instituciones públicas se ponen al servicio de los negocios privados, en ambos casos el resultado es el mismo, "la banca gana", es decir el mercado hace caja con los impuestos de los valencianos y con el esfuerzo de las instituciones que son de todos y no solamente de aquellos que gobiernan, una lastima, ojala todo esto acabe aquí y no tengamos que vivir situaciones como las apuntadas en USA y Argentina.

    ResponderEliminar
  2. Enhorabuena Atticus, la situacion de las arcas de la generalitat valenciana no augura nada bueno, las noticias de la deuda sanitaria y su procedimiento ilegal se juntan con otros desmanes de todos conocidos. no creo que estemos muy lejos de los paises apuntados, debemos estar en quiebra tecnica aunque el señor Camps sonrria y diga que no pasa nada

    ResponderEliminar
  3. Efectivamente mi idea es un poco eso de "el mundo al revés": lo que no debiera ser negocio (las políticas sociales) se convierten en negocio, y los negocios se financian con fondos públicos (y al final quien gana, gana mucho más). Y la segunda parte del artículo quiere enfatizar los riesgos de la llamada "externalización". Al final, no olvidemos que esta crisis la ha provocado la ley de la jungla, es decir, el neoliberalismo que se nos ha querido vender como "el fin de la Historia". GRacias a ambos por los comentarios.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias Atticus por retrotraernos dos siglos atras y exponer claramente los ejemplos de comportamientos tan modernos que son decimonónicos, es decir del más puro estilo liberal de siempre, todo por el mercado y para el mercado y el estado cuanto menos presente mejor, afotunadamente a mediados del pasado siglo se produjo un cambio muy relevante y el estado, los estados, se pusieron a intervenir de manera considerable en los mercados y sobre todo en la calidad de vida de los ciudadanos, a ver si vamos a ser tan modernos que retrocedemos dos siglos y nos olvidamos de los importantes logros alcanzados

    ResponderEliminar
  5. Algunos ciudadadnos se han sentado frentre a la paret de la caverna, a otros los estan sentando, parte de la clase política de esta comunidad.
    Esto si que es retroceder.

    ResponderEliminar
  6. Mi enhorabuena Atticus,excelente artículo,y muy clarificador.

    ResponderEliminar

Los comentarios no están sometidos a ningún tipo de censura previa. Esperamos respeto en ellos.

Gracias por participar.