Hasta siete acepciones distintas
tiene el término en el diccionario de la Lengua española, alguna de ellas tan curiosa como “bollo redondo y muy pequeño hecho con
harina, huevo, almendra y azúcar cocido en
el horno”. No es fácil adivinar a cual de todas ellas se estaba
refiriendo el Presidente del Gobierno cuando hace una llamada a los ciudadanos
apelando a esta “capacidad de soportar
algo sin alterarse”. En todo caso produce una gran inquietud escuchar, que
las cosas no están bien y que se requiere “lentitud
para hacer algo”, acompañando esta afirmación con un reconocimiento de
incapacidad que obliga a solicitar comprensión a los ciudadanos y que
desplieguen toda su “facultad de saber
esperar”. Claro que esta demanda tan lógica no parece el consejo más
adecuado para una ciudadanía que ha estado haciendo un esfuerzo enorme de “tolerancia”, soportando con estoicismo
todas aquellas ocurrencias que se han venido impulsando con la confianza de
asistir a la pronta resolución de los graves problemas que nos aquejan. Lo
cierto es que ninguna de ella ha producido ningún cambio positivo, al menos
hasta el momento presente. Posiblemente se deba a la escasa “capacidad para hacer cosas pesadas o
minuciosas” de los gobernantes actuales. Sin palabras, ya que la última de
las acepciones que propone la Real Academia para descifrar el término, dice
algo así como resalte inferior del asiento de una silla de coro, de modo que levantado
aquel, pueda servir de apoyo a quien está de pie, y no parece que tenga
mucho que ver con la intención del solicitante. Hay que reconocer la falta de
fortuna a la hora de solicitar algo que difícilmente se puede otorgar sobre
todo porque ha pasado demasiado tiempo sin explicaciones convincentes. En esta ocasión se ha vuelto a
equivocar el dirigente, hubiera sido mucho mejor un llamamiento a la esperanza que define el diccionario como
estado del ánimo en el cual se nos
presenta como posible lo que deseamos, pero parece que eso está bastante
alejado de lo que siente alguien que se ve impelido a echar mano de algo que ya
ha dilapidado a manos llenas.
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