
¿Miserable? ¿Es miserable dudar de la honorabilidad de un personaje cuyas declaraciones, grabadas judicialmente, demuestran que recibía regalos de un sujeto que, actualmente, está en prisión? ¿Es miserable dudar de la honorabilidad del “regalado”, cuando el “regalante” se ha enriquecido a sus anchas a costa de la Administración que tan honorable sujeto preside? ¿Es miserable dudar de la honorabilidad de un sujeto que, con tan solo presentar unas facturas, quedaría limpio de toda sospecha? ¿Es miserable que frente a la avalancha de indicios que aparecen a diario en la prensa no ha aportado ni una sola prueba que avale sus manifestaciones?
Lo realmente miserable es, obviamente, calificar de tales a los miles de ciudadanos que, en un ejercicio razonable de pensamiento, creen que todos los indicios conducen inequívocamente a sospecha. Y frente a ello, nos quieren hacer tragar con ruedas de molino, calificándonos de miserables a quienes no asumimos un postulado irracional por ilógico: que una persona tan honorable no puede haber hecho eso de que se le acusa.
Evidentemente, como no podía ser de otro modo, las erradas palabras del Conseller han encendido los ánimos, y han conseguido una cosa que hasta la fecha era inaudita: que en las 12 horas que estuvo abierta la noticia, se formulasen 185 comentarios, y que ni uno solo de esos comentarios fuese favorable a Camps. Asombroso, especialmente en un medio en el que los comentarios de los lectores revelan un sano pluralismo.
El Conseller ha cumplido su doble propósito: hacer un gesto ante su jefe de filas y aparecer ante la opinión pública como uno de los estrategas del entorno presidencial. Pero eso mismo podría haberlo conseguido sin necesidad de insultar a la sociedad que es, en última instancia, quien legitima su poder.
Foto de JESÚS CISCAR. Fuente El País
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