lunes, 15 de marzo de 2010

Camps, Rus, Zapatero y la escala pentatónica.

Asumamos que el lector y el participante de este blog tienen una opción ideológica progresista: me parece impensable imaginar a un conservador recalcitrante visitando asiduamente este foro. Formulémosnos, pues, esta pregunta: ¿cuántas veces nos hemos desesperado escuchando los ridículos argumentos de Camps, de Costa, de Rita Barberá, acusando a Zapatero de odiar a los valencianos? Nos desesperamos porque sabemos que son mentira, que se puede probar matemáticamente que en los últimos años la inversión estatal en la Comunidad Valenciana quintuplica la que tenía lugar en los años de Aznar. Pero basta una mención falsa a que nos quieren quitar las mascletás, o los bous al carrer, o la caza con parany, para que al final se imponga la valencianofobia de Zapatero. Y pesan más en los afectos políticos del ciudadano los chiringuitos de El Saler que la contrucción del AVE Madrid-CV.

Pero miremos al lado contrario, y también pasa algo parecido. Podemos imaginarnos a Rajoy tirándose de los pelos por las torpezas autoritarias de un Rus, de un Camps, de un Cotino o de un Fabra. ¿Es concebible torpeza más grande que, por ejemplo, el Conseller Cotino mentando al padre de Mónica Oltra, Rus cargando contra el profesorado, Caturla censurando una exposición fotográfica,...?

Realmente no entiendo nada del funcionamiento de nuestras neuronas, de los impulsos de nuestro cerebro o de cuestiones parecidas. Pero no dejo de hacerme esta clase de preguntas. ¿Existe una programación neuronal, que hace saltar instintivamente nuestra vena autoritaria, o nuestro orgullo racial-regional-nacional, o cualquier otro comportamiento elemental? ¿Existe una suerte de programación genética que reacciona ante estímulos primarios? Esta cuestión es ampliamente debatida por neurocientíficos, y sus conclusiones interesan cada vez más a los estudiosos de la ciencia política, ya que en ella subyace la capacidad de manipulación de las decisiones individuales o colectivas.

Un debate parecido tuvo lugar en el Festival Mundial de la Ciencia 2009. Allí se realizó un divertido experimento musical, tomando como base la llamada escala pentatónica (de cinco notas), escala característica de las músicas más primitivas (presente en la música africana, de donde pasó al blues, al jazz y al rock), frente a la escala heptatónica (de siete notas) que actualmente predomina en la tradición músical occidental. El vocalista de jazz Bobby McFerrin realizó un curioso experimento que, cuanto menos, da que pensar. O, por lo menos, nos podemos reír un rato. Aconsejo fervientemente su visionado, y antes subid el volumen del reproductor.




3 comentarios:

  1. Un inmejorable artículo, que deja meridianamente claro que no tenemos claro qué es lo que pasa en esta sociedad.Sobre los haikus, solo decir, que como siempre, son maravillosas gotas de esencia perfumada.Mi enhorabuena a quien decide el haiku de la semana,me encanta leerlos.

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  2. La electora del haiku18 de marzo de 2010, 19:07

    Magnifico artículo, Atticus.
    Gracias, seguidor. Gracias, Mario Jengibre.
    Tenemos la suerte de que existan personas que hacen magia con las palabras, y yo tengo la suerte de poder exponerlas en el blog.

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  3. Querido Atticus: Quiza para un tipo que toca 16 instrumentos resulte extraordinario el experimento de Bobby McFerrin, ante el cual no puedo sino descubrirme. Pero yo he de reconocer que no he entendido nada. De hecho, el respetable, parece que "va a su bola". Por la regla lógica del ponendo-ponens no sería imprudente afirmar que lo mismo hace la sociedad valenciana cuando vota a los peperos.

    Para experimentos musicales asombrosos, este realizado en el Mercado Central de Valencia. Por un pelo no estuve alli ese viernes.

    http://www.youtube.com/watch?v=Ds8ryWd5aFw

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