Se encuentran reunidos los tipos más poderosos del mundo, están negociando como resolver los problemas de los ciudadanos, analizan las finanzas, establecen estrategias en función de intereses más o menos compartidos y sobre todo exhiben una condición de gobernantes dominantes, poderosos al más alto nivel, son la imagen viva de la capacidad de decisión e influencia sobre lo que nos ocurre o nos va a ocurrir en un futuro inmediato.
Durante mucho tiempo se ha estado tanteando la posibilidad de integración española en ese club de mandatarios, ahora ya no cabe la menor duda, formamos parte de pleno derecho, nuestro presidente se codea con “lo más”, incluso parece que le hacen encargos de calado y se analizan las propuestas que presenta como formulas interesantes, ya no cabe aquello de una silla prestada, el invitado de compromiso... Parece que corren nuevos tiempos para la presencia española en el ámbito internacional de las grandes decisiones, definitivamente hemos dejado de ser un país de segunda división y jugamos la liga de las estrellas, en otro tiempo, por mucho menos hubiera significado, que “hemos sacado a España del rincón de la historia”, parafraseando a Aznar cuando nos llevaba a la guerra, ¡ay que tiempos aquellos en los que fuimos tan importantes y desfilábamos con los ejércitos más poderosos! Ahora las cosas han cambiado, las guerras, algunas de ellas continúan, pero no resultan tan vitales para salvar el mundo, es más, resultan un lastre económico del cual quien más quien menos quiere escapar, por insostenible especialmente en un momento como este. La cumbre de Londres es para combatir de otra manera, parece francamente una buena noticia que haya entrado en la agenda política de la reunión temas como la opacidad de las finanzas y también los problemas ecológicos y sociales, se trata de abordar conjuntamente este tipo de actuaciones y no cada uno por su lado, de esta manera si que vale la pena hacer guerras a la injusticia social, la destrucción del planeta y el enriquecimiento ilícito de unos cuantos.
Las únicas guerras buenas son las que los poderosos pueden declarar a la pobreza y contra la destrucción del planeta. La forma de abordar la crisis económica, pasa precisamente por ese tipo de preocupaciones en la hoja de ruta como un elemento de oportunidad y solución ,y no como una carga insostenible. Ojalá que las conclusiones del G20 vayan en esa línea.
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