LA PISTA CHINA

Acepté, nada mas recibirlo, el reto lanzado desde esta misma tribuna de hacer una reseña de la vida y milagros de los miembros del Consell.
Con gran dosis de atrevimiento y no mucha menos de irresponsabilidad ante semejante empresa me puse en seguida a la tarea. Manos a la obra. El empeño sin duda merecía la pena. Nada más y nada menos que una hagiografía de los miembros del gobierno que rige los destinos de todos los valencianos. Y de las valencianas. Incluso de Rita Barberá.
Así que me vestí de explorador, me hice con una importante provisión de víveres y herramientas, de linternas y antídotos contra el aburrimiento, y bajé hasta las simas de la información. Me dije: tiene que haber un Consell. No es posible que solo exista Camps, por mucho que la televisión de todos, la televisión pública valenciana solo emita imágenes de Camps. Es imposible que solo exista Él. Imposible que Él y solo Él sea el Consell, la oposición, los consejos publicitarios, y cualquier día sea hasta el presentador o el mismísimo hombre del tiempo diciendo que en la Comunidad Valenciana siempre hace sol. ¿Se imaginan que un día Camps presente el telediario y nos enseñe sus paseos por Dallas como nos enseña un amigo pesado las fotografías de sus vacaciones? ¿Por cierto, alguien sabe dónde está Dallas? ¿No habrá ido el President a entrevistarse con J.R.? ¿Darán Ciudadanía en Valenciano en Dallas? Son preguntas que uno tiene la necesidad de hacerse.
En fin, siguiendo las pistas de los membretes de las consellerias llegué al conocimiento de que existen catorce componentes del Consell. ¡Catorce! Todos ellos agazapados detrás de la figura espigada del Molt Honorable. Tiré de la oreja de alguien y resultó ser la de un señor que parece un conguito, que se llama Rambla y que solo sabía decir cosas malas de los socialistas. Saqué de la oreja a otro llamado Font de Mora que decía todo el rato: no fue idea mía, no fue idea mía… Otro que se llama García Antón a quien se le fue el agua por el otro lado y casi se ahoga. Y otro más que estaba allí porque nadie se había acordado de cesarlo en anteriores gobiernos que se llama Rafael Blasco. Una vez desempolvé a Blasco fueron saliendo otros ocho, que yo creo que ni se conocían entre ellos. Y por último saqué a Cotino que me confesó que lo había pillado en mitad de una letanía.
Sin embargo, lo que más me extrañó de toda la investigación no fue el gobierno de incógnito de Camps, ni la aparente ausencia de política alguna, ni ni siquiera que Camps volviera a mirarme con cara de besugo al horno. No, lo que me pareció más intrigante es que el Real Decreto por el que se nombró Presidente de la Generalitat Valenciana a Francisco Camps estuviese dado en Pekín. Sí amigos, en Pekín de la China. Me tapé la boca con la mano y me prometí a mí mismo seguir investigando.