Cuando algunos creían que lo peor de la crisis ya había pasado, nos volvemos a enfrentar a una segunda oleada, con desplomes bursátiles globalizados y una sensación muy parecida al “deja vie” y al pánico a lo conocido, “otra vez no por dios”, pues ahí andamos de nuevo sometidos a esa ruleta rusa en la que se ha convertido la economía globalizada, poniendo precio a los países como si se tratara de los Wanted del antiguo oeste, exactamente igual, vivos o muertos, los mercados sin piedad sacuden y esperan hacer caja. Las soluciones difíciles, Felipe González apelaba el otro día a la esencia de la socialdemocracia y suena el discurso absolutamente contracorriente cuando todas las tendencias hablan de recorte de bienestar, contención del gasto, despidos masivos, funcionarios a la calle ….Las cosas pintan mal, muy mal y lo peor es que está comenzando a formar parte de un estado de ánimo colectivo la desesperanza y la mirada a los logros de ciudadanía como si se tratara de algo efímero. La gravedad del momento, no debe limitarnos un análisis algo más sosegado a través del cual seamos conscientes de lo que ha supuesto la creación de un Estado del bienestar moderno en nuestro país, nada menos que la entrada en la modernidad a lomos de una clase media amplia que lo ha sido gracias las distintas posibilidades universales y gratuitas que han ofrecido los servicios públicos incrementando una capacidad de gasto de todos aquellos que no han pagado la educación de sus hijos, ni los gastos sanitarios y tenían garantizada la pensión de las personas mayores. Sin duda gracias a este logro colectivo se ha conseguido incrementar de manera considerable la capacidad de gasto de importantes capas sociales que de otra manera, no se habrían aproximado al concepto clase media ni por asomo. Ahora todo eso vuelve a estar en riesgo, el ascensor social se ha puesto en marcha, pero en esta ocasión hacia abajo. Algunos nostálgicos, continuamos pensando que la solución pasa por una vuelta a la política, a los políticos con coraje y capacidad de decisión, a empoderar a los Estados, a construir una Europa fuerte y a mantener a toda costa ese Estado del bienestar que ha sido tan difícil de implantar en nuestro país. Debemos de seguir reivindicando la condición de ciudadanos, si nos recluyen a ser meros consumidores estamos perdidos en ese esperpento de democracia de pago en la que tanto tienes tanto vales la mayoría, las mayorías estamos perdidos.
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