martes, 31 de mayo de 2011

“Spanish revolution, Spanish is different”

A los más veteranos en este noble arte de transitar por la vida, los acontecimientos recientes en plazas españolas nos trae a la memoria aquella otra frase acuñada el siglo pasado acerca de lo diferente que fuimos. Las imágenes de plazas españolas recorriendo portadas de diarios de todos los países provoca sentimientos encontrados, por un lado saca a la luz la capacidad de unos ciudadanos, especialmente jóvenes, que hartos ya de estar hartos, sin más, se han puesto a “trabajar” para que las cosas cambien y además lo están haciendo de forma muy sensata, nada de violencia, nada de provocaciones, nada que pueda ofrecer coartadas para su deslegitimación, hasta ahí la cosa va bien, como en aquel antiguo chiste en el que alguien que caía del piso 90 de un rascacielos grita aquello de “hasta ahora todo va bien…”, cuando pasaba por el piso 30, algo más o menos parecido puede pasar con este movimiento con enormes bondades, pero que también presenta algunos flancos frágiles.
El gran dilema al que se enfrenta este movimiento, es la falta de cauces para abordar problemas reales, el grito compartido, generalmente no resuelve por si solo los problemas, tras un primer momento de vocerío enfervorecido, se deben de unir las voces, mesurar el tono y buscar vías de solución, lugares de encuentro, consensos, caminos comunes a recorrer, ahí es donde padece una mayor debilidad un movimiento en el que la asamblea es el órgano director. Me explico con un caso práctico: hace unos días se lanzó una “guerra de guerrillas” contra los bancos pidiendo que el día 30 se sacaran 155 euros en las cuentas corriente de miles de ciudadanos para tambalear al poder financiero, apenas unos días después, nos llega el siguiente mensaje:
“Después del correo que os envié sobre la retirada de 155 euros el próximo lunes, he recibido este otro comunicado:
El movimiento no avala la retirada de dinero de los bancos.
Según me han informado fue una propuesta que se hizo en la comisión de
economía en el campamento de la plaza 15M de Valencia, pero no se aceptó por mayoría en asamblea”.
Bueno, ya empezamos, las discrepancias, las informaciones y mensajes contradictorios, gritar e indignarse es relativamente sencillo, (a pesar de una sociedad que parece absolutamente dormitando), lo difícil es asumir respuestas adecuadas y acordes con el bien común, eso se llama hacer política, gestionar el interés de la polis, de la comunidad. Precisamente ahora que el movimiento comenzaba a languidecer los mossos en Barcelona les ofrecen un balón de oxígeno y vuelven a poner en la boca de todos el grito contra el desalojo, volvemos a lo mismo, a todos nos indignan imágenes de atropello y somos capaces de manifestar ese enfado de manera coral, pero insisto, otra cosa es gestionar el día de después.
Precisamente por esta demostración de que España es diferente, conviene tomar nota de lo que está pasando y pasar a la acción. El movimiento ha sido todo un éxito, eso no se atreve nadie a negarlo, además merece tener una salida digna, un final feliz, pero para eso la única forma es una paradoja, articular una forma de participación a través de los cauces establecidos, efectivamente, los parlamentarios y los partidos políticos.A fecha de hoy todavía no entiendo porque el gobierno o el partido que lo sustenta no ha solicitado en el Parlamento la creación de una comisión en la que se estudien las demandas que de forma tan llamativa han solicitado una parte de ciudadanos de este país, la duda es la respuesta que se merecería algo así en los acampados, si sería aceptado en las distintas asambleas y significaría un punto y aparte en un proceso que conforme está discurriendo sirve magníficamente para reclamar, pero muy difícilmente para construir, la única forma de salida posible para cambiar las cosas, como casi siempre, volver a la política, por supuesto, sin corruptos, realmente representativa, y ajena a los intereses del capital ….ahora toca ya situar las piezas en su sitio y estar atentos a comprobar el resultado de esta primavera española que difícilmente podría resistir la canícula y el frío invierno.

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