El lector recordará sin duda, que con el nombre de Guarida del Lobo era conocido el cuartel general de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Durante algún tiempo, una vez cazado el lobo, su piel sirvió de alfombra sobre la que amueblaron su sala de estar las democracias occidentales, al tiempo que el oso soviético amenazaba con extender una revolución que cada vez se parecía más a Siberia. La guerra fría puso en evidencia las contradicciones propias del capitalismo y de igual modo las contradicciones del socialismo real, y la humanidad asistió boquiabierta al pulso de los dos bloques, ambos con el único objetivo era aniquilar al contrario. Todo esto lo recordará el lector, sin duda. Como también recordará que con el desmoronamiento de la Unión Soviética y la famosa imagen de las fichas de dominó de los países de la órbita comunista, el mundo se volvió, no sé si mejor o peor, pero desde luego menos claro. La descomposición de los regímenes comunistas dio lugar a ríos revueltos, donde una vez más ganaban los pescadores; pero esta vez ganaban los pescadores de masas frustradas y desencantadas, de gentes sin esperanza fácilmente manipulables, de muñecos teledirigidos por los pardos hilos de le extrema derecha. Otra vez la Guarida del Lobo.
Eslovaquia, Letonia, Hungría y Bulgaria tienen en sus parlamento representantes de la más genuina extrema derecha,y algunos gobiernos como el polaco, al menos podría tildarse de ultra-conservador. ¿Son esas todas las guaridas que tiene el lobo? De ninguna manera. De ser así sería preocupante, pero no terrible. Y sin embargo es terrible. Porque también los países con la tradición democrática de la Europa Occidental tienen acondicionadas sus respectivas guaridas para el lobo. La culta Italia, con el bufón Berlusconi gobernando con la neofascista Liga Norte; la reincidente Austria con una nutrida representación de neonazis en el parlamento; el éxito del Partido por la Libertad en los Países Bajos, racista y xenófobo; y más cercano en el tiempo el clamoroso éxito de la extrema derecha en la elecciones suecas.
Pero aún hay más. No siempre la guarida del lobo es habilitada por tipos rapados que dicen bien a las claras que “nuestra nación” debe ser para los nacionales. No siempre dicen a los cuatro vientos que son racistas y xenófobos. No siempre hablan de una supuesta superioridad cultural, racial, y religiosa. Ahora existen guaridas más sutiles: Francia, cuna de la Revolución que propugno los Derechos del Hombre, tiene a la cabeza del Estado a un Sarkozy que deporta gitanos rumanos, y toda Europa asiente, mientras la comisaria europea de Justicia, Viviane Reding, tiene que pedir perdón por haber osado llamar a las cosas por su nombre. En España, un país que según todas las encuestas de opinión no es un país racista, están surgiendo por doquier alcaldes “bienintencionados” que se niegan a empadronar a los inmigrantes para que no gasten recursos, y la candidata del PP en Cataluña se ha paseado esta semana por Badalona con la esperanza de encontrar asentamientos gitanos a los que culpar de conflictos, insalubridad e inseguridad ciudadana.
A quién quiera escuchar: el lobo está otra vez entre nosotros, y pronto ni siquiera necesitará guaridas.
lunes, 27 de septiembre de 2010
Las guaridas del lobo
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Magnífica disertación, estimado Zigurat. Felicidades.
ResponderEliminarQuizás lo más peligroso es que si unos no oyen, algunos ya están ensordecidos por los aullidos, otros, sencillamente, no quieren oír.
“Primero, vinieron por los judíos, y no protesté porque no era judío...
ResponderEliminar.....después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí" es muy duro contemplar, como, todavía, hay amplias capas de la sociedad que aplauden o miran hacia otro lado cuando se producen actos claramente xenófobos y racistas, especialmente si se ejecutan (perdon por la redundancia) , desde las estructuras del poder
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