lunes, 1 de febrero de 2010

Dictadores democráticos


El siglo XXI supone el punto de la Historia en el que más regímenes democráticos existen a nivel mundial, pero plantea al mismo tiempo una extensión generalizada de las corruptelas del sistema. Las instituciones democráticas conviven con gobernantes poco amigos de la transparencia, de la participación social y del ejercicio de la crítica. El resultado es que, para muchos políticos, los valores democráticos no son cauces para lograr el bienestar colectivo o el progreso social, sino límites a su libertad de acción que no pueden traspasar o que, al menos, hay que burlar con disimulo.

En este contexto ha surgido la figura del “dictador democrático”, político que llega al poder por las urnas pero que, desde sus responsabilidades institucionales, desarrolla comportamientos autoritarios y utiliza todos los resortes del sistema para alterar el funcionamiento normal de un sistema democrático. Los reconocemos fácilmente por su carácter populista, por ser vociferantes, presumir de un profundo sentimiento democrático y por tolerar muy mal la crítica del adversario o de la propia ciudadanía.

El dictador democrático se suele erigir en depositario de los intereses de su pueblo, aunque a menudo las decisiones que adopta resultan difícilmente conciliables con tales intereses. Por eso conectan bien con la gente, hasta que el ciudadano de a pie se cruza en su camino, momento en el cual son arrollados con todo el peso del aparato institucional puesto al servicio de los intereses del gobernante.

Esta figura del dictador democrático cada vez tiene más resonancias por tierras valencianas. Los Chávez y los Berlusconi han encontrado un buen reflejo en los Camps, Barberá, Rus y Fabra, por sólo citar algunos de los más evidentes. La exigencia de reforma del Código penal en el asunto de los trajes de Camps ha tenido su continuación ideológica en la aprobación de un decreto-ley que neutralice una sentencia en contra en el asunto de El Cabanyal. Y además, como buenos autoritarios, invocan el poder de los votos. Como si al depositar nuestro voto metiésemos en la urna un cheque en blanco para el político elegido.

Mientras tanto, ya son 10.000 las personas que han fallecido antes de que su situación de dependencia haya podido ser valorada. Estas 10.000 personas no justifican en los discursos oficiales del PP valenciano ni una sola palabra; en cambio, cuestiones como el trasvase del Ebro o la gestión del aeropuerto de Manises siguen siendo la prioridad absoluta para el Consell de Camps. La esquizofrenia en la que está envuelto todo este debate político ha llegado a extremos insospechados cuando Camps, para hacerse publicidad de su acción de gobierno, tiene la desvergüenza de aparecer delante de un fondo de foto con la ampliación de la terminal de Manises, una obra realizada por el Gobierno de España.





En todo caso, si algo caracteriza al dictador democrático es la capacidad de mentir sin complejos. Chávez acaba de lanzar la idea de que pruebas armamentísticas americanas pudieran ser las causantes del terremoto de Haití. Y al escucharlo, no pude dejar de rememorar a González Pons, hace unos años, acusando a las desaladoras de estar provocando una invasión de medusas en las costas del Mediterráneo. Ignorando, por supuesto, ese calentamiento global que su partido se niega reiteradamente a aceptar.

1 comentario:

  1. muy peligroso, Atticus señalar a G. Pons la posibilidad de que un desastre natural como el terremoto de Haití puede tener la mano del hombre detrás, en cuanto tenga ocasión le va a echar la culpa de lo que ha pasado a .....Chavez y por supuesto a su amigo Zapatero que: amparó, consintió y colaboró, enhorabuena muy buena la reflexión.

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