martes, 10 de noviembre de 2009

Banco de vagabundos

Qué contrasentido, este país está lleno de cajeros de bancos y cajas. Dicen que la red más extensa de Europa. Y ahora sirven quizás para otras cosas vitalmente más útiles que realizar operaciones bancarias básicas, sacar dinero y esas cosas. Resguardarse del frío es uno de los usos principales para aquellas personas que lo han perdido todo. Y el que no lo quiera ver que se dé una vuelta cualquier noche por el centro de una gran ciudad. Esos bancos que quisieron captar a toda costa clientes y que buscaron altas rentabilidades especulativas y cortoplacistas en productos del tipo hipotecas subprime han creado y van a crear una pléyade de homeless, vagabundos en cristiano, que se van a refugiar en una parte de sus instalaciones. Qué paradoja.

Hay que ser muy duro para pasear una de esas frías o brumosas noches por ahí y encontrarte ese panorama sin que te produzca un desasosiego serio, por no decir una notable angustia, y sin que puedas evitar preguntarte esas cosas de siempre, esas preguntas de la vida del tipo “por qué algunas personas les toca eso y otros viven (vivimos) tan bien”. Podemos entonces empezar a discurrir razones, podemos hablar del sistema capitalista, de la globalización, del injusto reparto de la riqueza, de factores de coyuntura económicos, educativos, sociológicos, psicológicos y un largo etcétera. Pero si bien es cierto que esas digresiones son estupendas para tratar de explicarnos esta realidad tan injusta e incluso para solucionar probablemente a largo plazo el problema, no es menos cierto que si nos quedamos simplemente en buscar las explicaciones no resolveremos el problema inmediato que es que esas personas, esa noche concreta, no tienen un lugar normal donde dormir ni un bocadillo que cenar. Por lo tanto, lo prioritario es hacer algo y hacerlo ya.

Porque un país que no atiende desde la iniciativa pública solidaria a todas esas personas, es un país tercermundista y como mínimo, de flagrantes hipócritas. Porque convenimos que en este mundo europeo-occidental del estado del bienestar, hay que atender desde lo público las necesidades básicas. Y siempre hablamos de lo que consideramos elemental, la sanidad y la educación para todos. Pero qué cosa más básica que tener un lugar donde dormir y resguardarse y, por supuesto un plato de sopa que llevarse a la boca.

Estas situaciones contrastan con algunos desmesurados e injustificables gastos que nuestros políticos hacen que provocan que uno se sonroje, por no emplear expresiones más gruesas. Gastos de erario público en trajes, viajes, coches, eventos variados, coches, relojes, F-1, Open tenis, Copa America, Terra Mítica,,embajadas autonómicas, asesores, informes que se encargan a amigos, o un concierto de un millón de euros que una autonomía organiza para treinta y cinco mil personas gratis total. Una completa obscenidad.

El VI Informe FOESSA, de octubre de 2008 (Fundación FOESSA: Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada que se constituyó en 1965, con el impulso de Cáritas) se titula “Los niveles de pobreza en España no han variado en los últimos diez años”. Este informe se encuentra con mucha facilidad en Internet con cualquier buscador. O sea, ¿no hemos avanzado casi nada en estos diez últimos años?. Cáritas, en la publicidad que últimamente está haciendo dice, con mucha razón, que no hace falta ya irse a miles de kilómetros para encontrar la miseria. La tenemos al lado. Indican en el Informe que la precariedad alcanza a una amplia capa social, que la exclusión social es una realidad constatada en más de un 17% de los hogares españoles, y que las situaciones de exclusión severa afectan a un 5.3% de los hogares.

Creo que es intolerable en este país y en este momento que haya gente sin un lugar donde dormir ni nada que comer mientras la Administración gasta -como diría la Mafalda de Quino- en superfluosidadedes. Y creo que una de las funciones esenciales de la Administración Pública es “administrar” solidaridad, redistribuir la riqueza, aunque ahora sea poca.

Recortar los gastos públicos superfluos del tipo –puede que sea demagogia, pero en este caso me da igual- mobiliario, vehículos, empleados de confianza paniaguados, viajes difícilmente justificables etc. Con una mínima parte de todo ese dinero se podrían crear pisos de acogida no sólo a mujeres maltratadas, también a cualquier persona maltratada por la vida.

Reconsiderar el gasto y re-establecer las prioridades correspondientes. Esos sinhogar no dan votos. A ellos, les importa tres pepinos (con perdón) los políticos, nunca votarán a nadie, están de vuelta de casi todo. Pero no por eso se les debe obviar. Crear más albergues, casas de acogida, comedores y, por supuesto instituciones para la reinserción.

Como modo de financiar, no estaría de más que todos y cada uno de los que tenemos un salario apartásemos el 0,7 de nuestro PIB particular –igual que se lo exigimos a los gobiernos- para subvenir esas necesidades básicas.


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