Les propongo a los lectores un ejercicio de imaginación. Ya verán que no es nada difícil, porque casi brota de forma natural de nuestras estructuras cerebrales. La cosa sería así: cierren los ojos e imaginen al Consell como una Filá de moros y cristianos. Sí, con sus atavíos guerreros, con sus alfanjes recortando suavemente el aire, con sus plumeros al compás del movimiento de cabeza, con sus puros, sus risas, y su puntito etílico. Ahora, para redondear, y que Dios me perdone, que no lo digo con mala intención, pónganles de banda sonora el pasacalle Paquito el chocolatero. ¿Ya tienen la idea? ¿A que era fácil? Pues algo así era nuestro gobierno hasta hace un poco días.
Todo alegría, hedonismo, poderío, y dispendio. Una filá.
Pues bien, ahora vuelvan a cerrar los ojos - si es que los habían abierto- para representar mentalmente otra imagen del gobierno valenciano actual: un montón de plañideras compadeciéndose de sí mismas y de lo injusto del mundo, un montón de enlutados sollozando, que van en procesión al entierro de la sardina, o sea, de Camps.
Se acabó la fiesta. El local se cierra y hay que pagar las copas. Y Camps y Costa buscándose en los bolsillos y diciendo que ellos no saben nada.
Lo peor de todo, es que pase lo que pase, y a pesar de lo que muchos podíamos sospechar respecto a la existencia de variadas y profundas corrupciones, el que les habla había albergado la ilusión de que estos personajes cayesen derrotados en las urnas; que la ciudadanía les pusiese en el lugar que les corresponde; que los valencianos que todos los días van a trabajar, o a buscar trabajo, fueran conscientes de que lo que es bueno para la gente normal no coincide con lo que es bueno para estos “encaramados” del poder. Eso sí, mal que nos pese, encaramados al poder por medio de elecciones democráticas, no lo olvidemos. Otra cosa es que lo hayan hecho rehuyendo el debate real o utilizando la propaganda de una televisión amaestrada. Pero es en las urnas donde yo quería ver la expresión popular de un mandato progresista, avanzado, solidario, rebelde, lúcido, crítico. Es ahí donde quiero ver como se le dice “no” al PP. Oiga, no, no quiero un coche de Fórmula 1 para que usted se haga una foto con Ecclestone, y salga a ladito sonriendo un tal Agag- o algo así-. No. Lo que quiero es un aula decente para mi hijo; quiero un médico antes de que pase un año para mi mujer, y quiero una atención especializada para mi padre que es mayor.¿Lo entiende usted, señor Camps? ¿A que no? ¡Pues a los barracones a aprender!
Pero antes de que eso pasara, Camps el sonriente –que por cierto ya sonríe menos- y Costa el lenguaraz- que por cierto no le oigo hablar mucho- están metidos en el embrollo al que –mira por donde, en todo hay clases- no se pudo pillar a Zaplana. Chaqueta de fantasía, trajes, pantalones, esmoquin, y chalequito blanco para una visita a Su Santidad. Espero que el President aprovechase para darse en confesión, pero he de reconocer que todo esto ya rebasa los límites del análisis político. La verdad es que si no dieran asco, darían pena.
Todo alegría, hedonismo, poderío, y dispendio. Una filá.
Pues bien, ahora vuelvan a cerrar los ojos - si es que los habían abierto- para representar mentalmente otra imagen del gobierno valenciano actual: un montón de plañideras compadeciéndose de sí mismas y de lo injusto del mundo, un montón de enlutados sollozando, que van en procesión al entierro de la sardina, o sea, de Camps.
Se acabó la fiesta. El local se cierra y hay que pagar las copas. Y Camps y Costa buscándose en los bolsillos y diciendo que ellos no saben nada.
Lo peor de todo, es que pase lo que pase, y a pesar de lo que muchos podíamos sospechar respecto a la existencia de variadas y profundas corrupciones, el que les habla había albergado la ilusión de que estos personajes cayesen derrotados en las urnas; que la ciudadanía les pusiese en el lugar que les corresponde; que los valencianos que todos los días van a trabajar, o a buscar trabajo, fueran conscientes de que lo que es bueno para la gente normal no coincide con lo que es bueno para estos “encaramados” del poder. Eso sí, mal que nos pese, encaramados al poder por medio de elecciones democráticas, no lo olvidemos. Otra cosa es que lo hayan hecho rehuyendo el debate real o utilizando la propaganda de una televisión amaestrada. Pero es en las urnas donde yo quería ver la expresión popular de un mandato progresista, avanzado, solidario, rebelde, lúcido, crítico. Es ahí donde quiero ver como se le dice “no” al PP. Oiga, no, no quiero un coche de Fórmula 1 para que usted se haga una foto con Ecclestone, y salga a ladito sonriendo un tal Agag- o algo así-. No. Lo que quiero es un aula decente para mi hijo; quiero un médico antes de que pase un año para mi mujer, y quiero una atención especializada para mi padre que es mayor.¿Lo entiende usted, señor Camps? ¿A que no? ¡Pues a los barracones a aprender!
Pero antes de que eso pasara, Camps el sonriente –que por cierto ya sonríe menos- y Costa el lenguaraz- que por cierto no le oigo hablar mucho- están metidos en el embrollo al que –mira por donde, en todo hay clases- no se pudo pillar a Zaplana. Chaqueta de fantasía, trajes, pantalones, esmoquin, y chalequito blanco para una visita a Su Santidad. Espero que el President aprovechase para darse en confesión, pero he de reconocer que todo esto ya rebasa los límites del análisis político. La verdad es que si no dieran asco, darían pena.
¿Si es verdad que paga sus trajes porque no ha cortado la polémica enseñando las facturas o una réplica que le hicieran en Milano si las hubiera perdido? A lo mejor es muy básico pero es lo que indica el sentido común ¿0 n0?
ResponderEliminarPor supuesto que si. Es lo que me estoy preguntando desde el principio. No hay que montar tanta parafernalia. ¿Por qué no enseña las facturas?. Con la misma lógica que planteas la respuesta debe ser PORQUE NO LAS TIENE.
ResponderEliminarNo seaís mal pensados. Es que no son muy buenos guardando facturas. Si no saben lo que costó la visita del Papa, como van a guardar esa minucia de 30.000 euros. Son despistes. A mi también me pasa.
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