Es difícil empezar a contar una historia de una manera mejor que de la forma que empiezan muchos pasajes del Nuevo Testamento. Muchos empiezan con “En aquel tiempo… había una muchedumbre”, “En aquel tiempo… un comerciante de Samaria”, “En aquel tiempo… dijo Jesús a los apóstoles”.
Yo hoy quiero empezar mi comentario también con esa misma fórmula que tanto éxito ha tenido desde que a alguien se le ocurrió hace unos dos mil años. Sería algo así: En aquel tiempo…Joseph Ratzinger era prefecto para la doctrina de la fe. Santo Oficio para quien lo entienda así mejor, o Santa Inquisición para quien necesite más datos. Su misión, erradicar las desviaciones de la fe y otras herejías. Desde esa atalaya privilegiada de la Iglesia, ejerció con pulso de acero la vigilancia y el control; acumuló un poder incontestable que usó sin disimulos para censurar y reprimir cualquier óptica cristiana que no se ajustara a su visión ultra-conservadora e integrista, que por ende era la misma de la curia vaticana.
No sabemos si lo hizo con esa voz a medio camino entre meliflua y supuestamente celestial, o si por el contrario salió de él la voz cavernosa de los infiernos, pero el bondadoso cardenal persiguió con la pasión de un mastín a los curas que se adscribían a la llamada Teología de la Liberación, amenazándoles con la expulsión, o incluso con la excomunión. No sabemos si lo hizo con la mirada de éxtasis divino proyectada hacia la Gloria, o si lo hizo con los ojos inyectados en sangre, pero el misericordioso cardenal desplegó su ira contra Leonardo Boff, uno de los más activos teólogos de la liberación, y lo llamó a Roma para imponerle castigo de silencio. Una manera peculiar de hacer realidad el cacareado eslogan de Juan Pablo II “La verdad os hará libres”.
Leonardo Boff defendía que los pobres no lo eran porque fueran torpes, porque tenían mala suerte o porque eran unos indolentes, sino que lo eran porque existía una desigualdad estructural, una injusticia premeditada y mantenida por la opresión de la clase dominante a la que la jerarquía eclesiástica le echaba una y otra vez agua bendita. Boff hacía un análisis marxista de la explotación económica y cultural de los pobres del mundo. ¿A quién disgustaba esta explicación? Al piadoso de Ratzinger y a sus devotos capitalistas y terratenientes.
Dar explicación a un abuso, buscar soluciones terrenas sin esperar al Juicio Final, luchar y no resignarse, asociarse, defenderse, pensar que ningún dios puede estar de lado de Ratzinger solo podía ser pecado mortal.
Eso era en aquel tiempo. En éste, en el de hoy, el beatífico Ratzinger se ha convertido en el sucesor de Pedro; en el Santo Padre; en el Sumo Pontífice; en el representante de Cristo en la Tierra; en su Santidad el Papa Benedicto XVI. Y en su santidad sin medida ha decidido perdonar a cuatro obispos seguidores del ultra-ortodoxo Lefèbvre deseosos de volver al mundo tal y como era antes del Concilio Vaticano II.
En su bondad sin límite, Benedicto XVI ha decidido acoger en su seno a cuatro obispos ultraconservadores, ultramontanos, y oscurantistas, entre ellos el angelical padre Williamson que niega vehementemente la existencia de cámaras de gas en los campos de exterminio nazis.
Por seguir con las referencias bíblicas, tal vez venga a cuento recordar las palabras de Jesús de Nazaret cuando advierte a quienes le escuchan: "por sus hechos los conoceréis"
Yo hoy quiero empezar mi comentario también con esa misma fórmula que tanto éxito ha tenido desde que a alguien se le ocurrió hace unos dos mil años. Sería algo así: En aquel tiempo…Joseph Ratzinger era prefecto para la doctrina de la fe. Santo Oficio para quien lo entienda así mejor, o Santa Inquisición para quien necesite más datos. Su misión, erradicar las desviaciones de la fe y otras herejías. Desde esa atalaya privilegiada de la Iglesia, ejerció con pulso de acero la vigilancia y el control; acumuló un poder incontestable que usó sin disimulos para censurar y reprimir cualquier óptica cristiana que no se ajustara a su visión ultra-conservadora e integrista, que por ende era la misma de la curia vaticana.
No sabemos si lo hizo con esa voz a medio camino entre meliflua y supuestamente celestial, o si por el contrario salió de él la voz cavernosa de los infiernos, pero el bondadoso cardenal persiguió con la pasión de un mastín a los curas que se adscribían a la llamada Teología de la Liberación, amenazándoles con la expulsión, o incluso con la excomunión. No sabemos si lo hizo con la mirada de éxtasis divino proyectada hacia la Gloria, o si lo hizo con los ojos inyectados en sangre, pero el misericordioso cardenal desplegó su ira contra Leonardo Boff, uno de los más activos teólogos de la liberación, y lo llamó a Roma para imponerle castigo de silencio. Una manera peculiar de hacer realidad el cacareado eslogan de Juan Pablo II “La verdad os hará libres”.
Leonardo Boff defendía que los pobres no lo eran porque fueran torpes, porque tenían mala suerte o porque eran unos indolentes, sino que lo eran porque existía una desigualdad estructural, una injusticia premeditada y mantenida por la opresión de la clase dominante a la que la jerarquía eclesiástica le echaba una y otra vez agua bendita. Boff hacía un análisis marxista de la explotación económica y cultural de los pobres del mundo. ¿A quién disgustaba esta explicación? Al piadoso de Ratzinger y a sus devotos capitalistas y terratenientes.
Dar explicación a un abuso, buscar soluciones terrenas sin esperar al Juicio Final, luchar y no resignarse, asociarse, defenderse, pensar que ningún dios puede estar de lado de Ratzinger solo podía ser pecado mortal.
Eso era en aquel tiempo. En éste, en el de hoy, el beatífico Ratzinger se ha convertido en el sucesor de Pedro; en el Santo Padre; en el Sumo Pontífice; en el representante de Cristo en la Tierra; en su Santidad el Papa Benedicto XVI. Y en su santidad sin medida ha decidido perdonar a cuatro obispos seguidores del ultra-ortodoxo Lefèbvre deseosos de volver al mundo tal y como era antes del Concilio Vaticano II.
En su bondad sin límite, Benedicto XVI ha decidido acoger en su seno a cuatro obispos ultraconservadores, ultramontanos, y oscurantistas, entre ellos el angelical padre Williamson que niega vehementemente la existencia de cámaras de gas en los campos de exterminio nazis.
Por seguir con las referencias bíblicas, tal vez venga a cuento recordar las palabras de Jesús de Nazaret cuando advierte a quienes le escuchan: "por sus hechos los conoceréis"
Lo he dicho muchas veces y lo repetiré ahora, otra vez, que no me canso. Como católico estoy avergonzado de constatar que a medida que se asciende en el escalafón jerárquico de la Iglesia Católica más lejos se está de Dios (y del mensaje cristiano), y más cerca de aquello que representa en nuestra religión el demonio.
ResponderEliminarAnatema, Zigurat.Lo único que necesitan esos obispos son clases de historia. Si según el Código de Derecho Canónico, sólo puede concederse la remisión de una censura al delincuente que haya cesado en su contumacia, y Benito Decimosexto -probablemente con asistencia personal del Espíritu Santo- ha decidido dispensar de su falta esas ovejas hasta ahora descarriadas, no son las ideas de los obispos las que les separaron temporalmente de la Iglesia, sino una desobediencia al Romano Pontífice (Código de Derecho Canónico can. 751). Ya el 5 de mayo 1988 el cardenal Ratzinger y el arzobispo Lefebvre firmaron un protocolo, para permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia católica, conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas. Que Williamson antes de retractarse de su negación del Holacausto, tenga que revisar las pruebas históricas, parece que carece de importancia; su correligionario Floriano Abrahamowicz, nos lo explica: "Yo sé que las cámaras de gas existían al menos para desinfectar, pero no sé decir si causaron muertes o no porque no he profundizado sobre la cuestión".
ResponderEliminarEso sí, "El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, [...] si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de contradecir ésta, nuestra definición, sea anatema" (CV I).
¿y que me decis del fundador de los Legionarios de Cristo, que tantos seguidores tiene entre la clase política del PP valenciano?
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