lunes, 5 de octubre de 2009

El botellón II. Propuestas de actuación

Continuando con el denominado problema de "el botellón y en cuanto al contenido de las medidas, hay que desechar las opciones radicales. Ni la “ley seca” (prohibir a los menores portar, comprar, consumir alcohol o hallarse ebrios en la vía pública o en locales públicos o privados) ni la “ley marcial” (prohibir a los menores salir por la noche de los fines de semana, como implantó una ordenanza de un municipio canario y que tuvo que ser rápidamente retirada). La juventud admite que se la apriete pero no que se la ahogue; recordemos la frase de la célebre película: “La Naranja Mecánica” (basada en novela de idéntico título de Antony Burguess) que es puesta en boca del capellán de la cárcel donde el joven rebelde va a ser sometido a un brutal tratamiento para anular su tendencia delictiva: “Dios prefiere al hombre que elige hacer el mal, antes que al hombre que es obligado a hacer el bien “.Se trata de algo más sencillo. La mayoría de los Estados de Europa no tienen este problema, y seguramente tienen la solución, sin que pueda ningún grupo de bárbaros esgrimir que se justifica el botellón en la tradición o cultura hispana.

Y si no sirve importar de otros Ordenamientos la solución al problema, pues la imaginación al poder. Al fin y al cabo, políticos y funcionarios cobran por buscar soluciones a los problemas públicos. El problema parece radicar en que a los jóvenes todo les da igual. Las campañas de concienciación les tienen sin cuidado. Las amenazas no surten efecto. No pagan las sanciones, el reproche va a sus padres, y además no pueden imponérsele privaciones de libertad.
Por ello, a título de ejemplo, se me ocurren tres medidas concretas, que precisarían de la lógica habilitación legal. Lo que no es de recibo es tener un fenómeno social grave sin regulación específica uniforme.

Una propuesta concreta consistiría sencillamente facultar a la policía local para la confiscación inmediata y destrucción de las botellas o recipientes que contengan alcohol y que sean porteados o estén en posesión de menores de edad, sea en pleno botellón o “in itinere” (ya que el aprovisionamiento al atardecer en supermercados y expenderías es notorio). Además la confiscación debería extenderse incluso a los aparatos musicales que suelen acompañar estas libaciones. Ahí les duele. No se trata de una sanción sino sencillamente de acabar con el pirata quitándole el barco…y el ron.

Una segunda propuesta partiría por eliminar ciertos ámbitos donde se siembra y alimentan estas libaciones. Se trata de las Universidades, que cuentan con campus extensos y con la debilidad de sus rectores para no ser tildados de carcas, y que con ocasión de festejos de patronos, Colegios Mayores, Facultades o similares, prestan o toleran el uso de tales territorios para escandalosos botellones, donde se apuntan los alumnos, preferentemente de los primeros cursos que acaban de estrenar su mayoría de edad, pero a los que se incorporan por el efecto llamada de la “movida” los que no son alumnos universitarios y son menores de edad, pero que se ven atraídos por el glamour universitario y el ejemplo de sus mayores. Prohibir por ley tales usos, y sustraer a la benevolencia universitaria la disponibilidad de tales espacios serían decisivo. En la misma línea, para el caso de Ayuntamientos tolerantes deliberadamente con el uso de sus espacios públicos para multitudinarios botellones, debería regularse la posibilidad de recortes en la financiación estatal o medidas coercitivas equivalentes por parte de la Administración del Estado y/o la Comunidad Autónoma.

Otra propuesta mas original partiría de recordar que el carné por puntos erradicó el consumo de alcohol de los adultos al volante, con lo que no sería descabellada la existencia de un Registro de jóvenes menores de edad que fueren infractores reincidentes por la práctica del botellón; bastaría con que cada municipio actuase identificando a los partícipes en los casos extremos ( por su intensidad, alboroto, duración o altercados). No se trataría de penalizar una reunión de grupo en torno a un caldero de cerveza sino de reprimir las aglomeraciones descontroladas o masivas, y apuntando a los cabecillas. Una vez identificados se remitiría a un Registro Central gestionado por el Estado, donde sencillamente la constatación de tres anotaciones en un plazo de un año determinarían la posposición de la obtención del permiso de conducir vehículos hasta los veinte años. El reincidente hasta los veintidós, y así sucesivamente. De este modo, apuntando a lo único que ilusiona y motiva a los jóvenes (contar con un vehículo propio y conducirlo cuanto antes mejor) sería la manera en que los menores de edad captarían el mensaje y se cuidarían muy mucho de beber de forma grupal en espacios públicos. Problema resuelto. Y además no hay desviación de poder público pues es razonable que quien antes de los 18 años ha mostrado una propensión a una personalidad con debilidad por el alcohol y conductas de desprecio a las normas de convivencia, no merece disponer de un vehículo cuyo manejo comporta riesgos para terceros.
8. En definitiva, si se quiere, se puede. El botellón, y lo que comporta, no es el apocalipsis, pero marca un camino sembrado de peligros. De seguir así, cada vez resulta mas próxima una juventud con la manera de pensar del joven protagonista desencantado de la película “Trainspotting” (Danny Boyle, 1996), el cual expresa su idea en un durísimo monólogo en off:” “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige buena salud, colesterol bajo y seguro dental. Elige hipoteca a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que emboban la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?

Fuente: Contencioso



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