Más de mil millones

Como el lector sabrá de sobra, ya hemos superado los mil millones de hambrientos en nuestro paradójico planeta. Mil veinte para ser exactos. Bueno, exactos no, porque seguro que mientras escribo esto la cifra habrá aumentado de manera escandalosa. ¿Qué otro término usar para hablar de que una sola persona pase hambre sin que a la mayoría del resto del planeta se le pongan los pelos de punta? Mil veinte millones de seres humanos, niños, ancianos, mujeres y hombres, condenados, no ya solo a la miseria, a la enfermedad y al subdesarrollo, sino sencilla y directamente al hambre. Un hambre que se filtra por todos los mundos, quiero decir, que se filtra por eso que los distantes llaman tercer mundo,-saltándose el segundo mundo- se filtra por el primer mundo inventando el cuarto mundo. La necesidad y el hambre vive cerca de nosotros, pero subimos las ventanillas de nuestros coches y nos refugiamos en una cómoda y tórrida desidia.

Mil veinte millones de hambrientos. Poco más que decir. No hacen falta ni más explicaciones, ni más excusas, ni más argumentos. El Fondo Monetario Internacional, la Banca mundial, las grandes multinacionales, la industria química, la industria farmacéutica incluso, la acción de los gobiernos en su conjunto ya sean grandes potencias o pequeños Estados, la industria armamentística, la acción del capital depredador del medio ambiente, la política colonial del siglo XXI. A todos ellos, enhorabuena por los mil veinte millones de hambrientos. Sin vosotros no hubiese sido posible.