Mi abuelo se llamaba Primitivo. Era un hombre bueno; en el sentido de Machado y en todos los demás sentidos. Era un campesino honrado de la Castilla de los años 30. Trazaba con el arado los surcos más rectos de toda la meseta, y decía que a las bestias, para que hicieran bien su trabajo, no se les debía maltratar sino hablarles a la oreja y darles palmaditas cariñosas. En una ocasión casi pierde la vida por salvar las mulas que no eran suyas en un incendio. No tenía nada suyo, porque lo compartía todo. Más de una vez acogió a vagabundos que luego le robaron. Él luego le quitaba importancia y decía que era gente necesitada. Hasta donde yo sé no era especialmente cristiano, pero cualquiera diría que era un santo que no estaba dotado para los milagros.
Mi abuelo escribía versos, y letras de canciones en las que espoleaba a los señoritos y a los terratenientes. Coplas que criticaban las injustas situaciones de los pobres. Está claro que no compartía los pardos planteamientos de la derecha reaccionaria. Está claro que dijo “no” y eso le hizo antipático a las fuerzas del orden.
Solo por eso, por escribir, tras la guerra fue internado durante tres años en la plaza de toros de Talavera de la Reina convertida en improvisada prisión. Tras su liberación, un fascista valiente le propinó en mitad de una concurrida calle dieciséis bofetadas, a las que él no respondió porque a cada una de ellas pensó en su mujer y en sus hijos.
Mi abuelo no murió fusilado, sino trabajando en el campo; y no yace en un lugar desconocido o en un descampado; pero junto a tantos y tantos seres humanos inocentes, también la dignidad, la justicia, la libertad, la cultura, el libre pensamiento, y la esperanza, fueron enterradas de mala manera en las cunetas de España. Además de con los muertos, también se acabó con los vivos.
Hoy, que se habla de no remover la Historia; de no abrir viejas heridas; de dejar las cosas tal como están, yo, como mi abuelo, digo “no”. Hoy, en nombre de él y de todas las víctimas que lo fueron por pensar de otro modo, por decir “no” a la derecha fascista, quiero decir que es un acto de irreprochable justicia poner cada cosa en su sitio, poner cada muerto en su tumba, y llamar a cada uno por su nombre. Yo, hoy, quiero hacer un homenaje a quienes apostaron por la libertad y perdieron. Expreso mi mayor respeto por aquellos que no piensan como yo, pero también el mayor de los desprecios por los asesinos de entonces, y por los cómplices de ahora, que quieren rescribir la Historia y justificar el crimen sembrando la confusión y el desconcierto.
lunes, 22 de diciembre de 2008
HOMENAJE
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Me emociono y me sumo a tu relato. Mi abuelo (por lo que sé) fué un hombre bueno y justo. El si murió fusilado y está en una fosa común. Aprovecho esta ocasión y tambien le rindo un homenaje.
ResponderEliminarVM ha sintetizado en este magnífico relato, las vidas destrozadas llenas de silencios y temores, de sospechas y desconfianzas, tratando de despojarlos de dignidad, pero sin conseguirlo, a su pesar.
ResponderEliminarPara no perseverar en el olvido, para no seguir borrando su memoria, para no negar su existencia, humildemente me uno a este homenaje, In memoriam.
Gracias por recordarnos a los que tuvieron que "vivir" aquella posguerra, trabajando cada día de sol a sol para los señoritos de la época que les hacían el "favor" de contratarles por un jornal de tres pesetas.
ResponderEliminarMi abuelo también estuvo tres años encerrado, en el Puig, y mi padre no tuvo infancia; y qué decir de las mujeres, con su trabajo sordo y permanente.
No sabes cuánto saboreo ver a los niños de ahora disfrutar esa infancia y atención que se les negó a sus abuelos, pero, como tú, no soporto que se les niegue la memoria, que se enturbie el recuerdo de las generaciones pasadas (de sus generaciones) que tanto lucharon para que ahora, por fin, uno de los suyos pueda estar en casa a la hora de acostar a su hijos, en lugar de estar por el pueblo mendigando un jornal o suplicando cobrar lo ya trabajado.
Miguel de Unamuno hizo el comentario "venceréis pero no convenceréis" delante de Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, de la que era rector. Esto le costó el puesto y perder su condición de concejal. Pocos meses después murió de pena en su casa. Cuando los concejales socialistas del Ayuntamiento intentaron desagraviar lo cometido en 1936 rehabilitando al concejal destituido, el PP abortó la iniciativa con estos argumentos:"una declaración institucional en favor del "mantenimiento del espíritu de concordia y reconciliación de la Constitución de 1978" y en la que pide "no revivir rencores". Difícil lo tenemos con esta peña, si hasta retractarse de lo dicho en un pleno acaba así, imagínate desenterrar lo sepultado...
ResponderEliminarMi abuelo decia que habia ganado la guerra porque estava vivo.
ResponderEliminarMurio recordando a los amigos que habia perdido, pero a los que no habia olvidado.
Mi familia los recuerda, aunque no los haya conocido.
Yo no tengo historias familiares que recordar, en mi casa no se hablaba de la guerra. Pero cuando ahora alguien comenta "se hicieron barbaridades en los dos bandos" siempre comento que lo importante es quien empezó la guera y por qué. Y me alegro de que, por fin, ahora se pueda hablar de ello, sin miedos y dejando claro cual fue el bando rebelde. Han tenido que pasar muchos años, pero todo llega, por lo que me uno al homenaje y agradezco la oportunidad de hacerlo.
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