Es
evidente y siempre lo ha sido el alto contenido social que tiene cualquier tipo
de adicción, es imposible descontextualizar las distintas dependencias de su
entorno, un ejemplo claro lo acaba de mostrar una noticia reciente publicada por El país, una psicóloga nos alerta acerca de los peligros del simpático whatsapp, dispositivo que se ha metido en
todas las casas, a través del teléfono móvil, es indudable que resulta
enormemente cómodo, inmediato y además hasta gratuito, (al menos así ha sido
hasta ahora). Se trata de una formula de comunicación que se utiliza por todos
los tramos de edad pero que ha hecho furor entre los adolescentes, los cuales
parece que están esperando a despedirse de sus amigos y compañeros para
contactar mediante mensajes, remisión de fotografías, videos, y todo aquello
que les viene a la cabeza. En principio nada en contra, favorece el contacto y
la comunicación, ahora bien, si estas son sus luces no podemos dejar de lado
los aspectos negativos que, puede tener para las
personas en general y especialmente para aquellos que todavía tienen una gran
labilidad y pueden dejarse llevar hacia caminos poco deseados, eso al menos nos dice la especialista en adicciones que además aporta algunos tintes alarmantes ya que lo incluye como generador de una nueva forma
de dependencia, y las consecuencias que se atribuyen a su “enganche”, no
parecen una broma, nada menos que, mayor irascibilidad, aislamiento y trastornos de conducta conforman un cuadro
preocupante que aparece sobre todo entre adolescentes que realizan el tránsito
desde la fascinación al abuso y finalmente hacia la adicción, en muchos de ellos provoca un cuadro con, ansiedad,
nerviosismo y deterioro social, caray con el inocente whatsapp, , quien lo iba a decir de algo tan popular y querido por la inmensa
mayoría de los usuarios de la telefonía móvil,. Lo realmente sorprendente es la
velocidad de todo esto, el dispositivo ha irrumpido en nuestras vidas ofreciendo un servicio, se ha convertido en
algo necesario y en tan corto espacio de tiempo ya ocupa uno de los lugares
relevantes entre los potenciales desencadenantes de adicciones.
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